Isla (Parte 10 y final)




Capítulo 10 y final


Evité su hoja unas cuantas veces más, hasta que mis reflejos, cansados, me traicionaron. Noté el frío acero del arma incrustándose en mi costado.
Sara gritó ante aquella escena. Retrocedí hasta toparme con la pared, y apretando con fuerza la herida con mi mano, intenté mantener la compostura. No podía permitirme perder el conocimiento, no iba a dejar que ese lunático le hiciese daño a mi hija.
-Mis hombres han muerto para que tu, un dichoso almirante, salga de la isla, mientras yo me pudro en este maldito lugar de locos… ¡me niego a aceptarlo, tú te vienes conmigo al infierno!- Se abalanzó sobre mí, dispuesto a asestarme un golpe fulminante.
Pensé lo más rápido que pude; noté con mi mano que la herida no era tan profunda, y me convencí a mi mismo de que podía vencer a Corcel. Mire hacia arriba, había unos cuantos adornos en la pared, entre ellos algo que parecía ser la composición ósea de un extraño pez que desconocía, pero su columna vertebral podría salvarme la vida…
Furioso, encajé mis nudillos en la cara del pirata, con un fuerte gancho de izquierda. Lo que tardó en zarandear su cabeza para deshacerse del dolor, mis manos ya estaban empuñando aquella espada improvisada de hueso.
Corté el aire que nos separaba, ganando terreno. Sara a lo lejos me animaba.
-¡Tendría que haberte matado cuando tuve la oportunidad!- exclamó Corcel.
-¿Quieres decir que ya no tienes una oportunidad. Tan débil eres que no puedes contra un hombre malherido y armado con un hueso?- quise avivar el fuego del capitán, un asalto colérico por su parte era lo que necesitaba para acabar con él.
Parecía estar conteniéndose, sin embargo sus ojos no dejaban de emanar un profundo odio.
-Los piratas sois todos iguales… sois como perros, si no estais en manada os volveis cobardes ante una espada.- Aquella palabras le hicieron estallar, como si aquella mirada fuese un barril de pólvora, aguardando la llama que encendería su mecha.
Me atacó con una ira desproporcionada, contraataqué, ataqué, contraataqué, y lo ensarté. Sus movimientos me habían permitido encontrar una gran abertura en su estómago, de la que ni el mejor espadachín del mundo habría podido librarse.
Atravesé de lado a lado aquel cuerpo sucio y sudoroso, desgarrando a su paso, las vértebras de mi arma ósea, las entrañas del capitán. Este no tardó mucho en dar su último aliento.
La sangre derramada de Corcel bañó el sueño, empapando la suela de mi desgastado calzado.
Sara me abrazó. Le devolví el abrazo, aunque estaba demasiado preocupado por mi herida… la había forzado demasiado. Me quite la estropeada casaca, y levanté la harapienta camisa.
-No es nada, papá.- dijo Sara, tranquilizándome.
En ese momento, Zhaltis entró por la puerta, y quedó asombrado, ante el escenario.
Se lo expliqué todo, antes de que pensase algo más allá de la realidad. El líder del clan se mostró comprensivo, aunque hubo algo que entristeció su mirada, y ciertamente no era la pena hacia el capitán.
La reacción de Zhaltis pareció despertar algún tipo de sentimiento o recuerdo en Sara, que hizo que se le humedecieran los ojos.
-Sara, hija mía, ¿qué te ocurre?
No supo responderme.
-Hace innumerables años…- habló Zhaltis, con una mirada melancólica -un numeroso grupo de humanos naufragó en esta isla. Al poco tiempo, Cetros se manifestó ante ellos y les dijo “no habrá humanos en mi isla, iros o morid”. Ante la imposibilidad de irse, aquellas personas hicieron un pacto: juraron que dejarían de comportarse como humanos, dejarían de ser egoístas, agresivos, ambiciosos y traicioneros, a cambio de una oportunidad en este lugar. Cetros aceptó el trato señalando sus condiciones; si entre ellos se vertía sangre de violencia, aquel sello dejaría de tener valor. Pero si se mantenía el pacto, y esas personas dejaban de lado sus defectos para evolucionar como buenas personas, el dios de la isla les procuraría una eternidad de paz.
-Vosotros… fuisteis humanos… -dije asombrado en voz muy baja, casi inaudible.
-Ahora que se ha derramado sangre en nuestra comunidad, puede que Cetros decida romper el pacto…
-Pero, yo no lo sabía… además, no tenía alternativa… era él o yo. -me justifiqué como pude.
-El fallo ha sido nuestro, por haber querido que pasaseis la noche aquí. Tu hija y tu partiréis ahora mismo, no quiero ver un humano nunca más.
-Pero… Cetros…- dije, con la conciencia torturándome.
-Eso no es asunto tuyo.
-Estoy dispuesto a explicárselo todo, a decirle que vosotros, que vuestro trato, no ha tenido nada que ver en esta pelea.
- No lo entiendes, tu mente inferior no sabe asimilarlo… imagínate que decides acoger a un lobo en tu casa, y este lobo ataca a tu familia. ¿De quién piensas que es la culpa?
Me quede mudo ante aquella aclaración.
-Después de todo, los humanos no tenéis arreglo.



FIN

1 Comment:

  1. V said...
    Me ha gustado mucho.

    Sinceramente, estás hecho un artista, te lo diré siempre.

    Para cuando la siguiente?

Post a Comment



Entrada más reciente Entrada antigua Inicio