Isla (parte 2)



Parte 2


Tardé demasiado tiempo en recordar mi misión: tenía que encontrar agua y comida, no iba a alimentarme de carne podrida de una bestia legendaria, de la cual sólo había oído hablar en las leyendas más increíbles.
Avancé, bordeando la colosal masa del ser, y retomé el rumbo por la playa, quería conocer al menos las dimensiones aproximadas de la isla.
Cuando el atardecer era inminente, vislumbré, al final de un cabo que formaba otra playa, unas cuevas sobre un acantilado. Si intentaba hacer fuego, ese era el lugar idóneo. Apreté el paso entre jadeos, y corrí hacia las cuevas.
Una vez allí, cauteloso, entré confiando en ser el único huesped de aquella cavidad. No corrí tal suerte, pues una nube de murciélagos despegó sobre mi intimidado y encogido cuerpo. Cuando toda la bandada y su ruidoso aleteo desaparecieron en la lejanía, continué hasta el fondo de la cueva. No era demasiado grande, pero al menos los inquilinos que había no eran más grandes que yo.
Salí al exterior cuanto antes, para poder aprovechar la poca luz que desprendía el horizonte. Busqué madera, plantas secas, y un par de hojas grandes para avivar el fuego.
Cantaron muchos grillos antes de que saltara la primera chispa, pero con suerte y paciencia, aquella noche la pasé junto a una cálida hoguera.
Desperté creyendo que el día anterior no fue más que una mala pesadilla, pero el ruido de las olas, rompiendo contra el acantilado, me indicaron que me equivocaba.
A lo lejos, pude escuchar a las aves exóticas entonar sus cánticos en la frondosa selva. El cielo estaba impoluto, parecía imposible creer que fue ese mismo cielo quien me condujo a este lugar entre truenos, rayos y relámpagos.
Y sin más lamentaciones, desayuné lo que aquel lugar pudo ofrecerme, y me dispuse a reanudar mi marcha. Cuanto más tiempo pasaba bordeando aquella isla, menos me parecía una isla.
¿Y qué pasa con el titán que vi ayer? Quizá aquello sí fue un sueño, era demasiado irreal. No podía sacármelo de la cabeza. Ocupó mi mente durante las muchas horas que anduve sobre la arena, hasta que estimé algo a lo lejos. Entrecerré los ojos para apreciarlo mejor, y sí, era lo que pensaba, había encontrado un muelle.
Impaciente corrí, y conforme me acercaba me iba dando cuenta de que, a pesar de no haber embarcaciones atadas, la madera del astillero no parecía estar podrida. Y fue su tacto lo que me convenció de que estaba en lo cierto. Se trataba de un viejo astillero, con un único muelle. Había varios utensilios por el suelo, cabos, un pequeño anclaje y varios instrumentos de carpintería, típicos de los astilleros. Todos ellos parecían ser bastante recientes, el metal no estaba oxidado, y la cuerda era fuerte y firme. Mientras me convencía de ello, estirando el cabo con fuerza, escuché un estruendo a mis espaldas, procedente de la selva. Un sonido indescriptible, nuevo para mis oídos. Podría describirlo como una mezcla entre una explosión de pólvora, por su fugacidad, y una potente fuga de vapor, por el fuerte ulular.
No brotó humo del origen de la explosión, pero las aves cercanas volaron de sus nidos tras el estallido.
Sentía curiosidad por conocer el origen de aquello, pero no es sabio caminar hacia el foco de una misteriosa explosión. Sin embargo, no me considero una persona sabia, y arrastrado por una inquebrantable curiosidad, me acerqué al lugar de origen.


Mañana la parte 3.

1 Comment:

  1. V said...
    Ug! he descubierto el fuego! Ag!

    Cuando dices mañana la parte 3... ¿te refieres a las 00.00 de la noche? XD

    Impaciente espero más historias...

    Bravo, logras atrapar al lector desde la primera palabra.

    Bravo.

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