Isla (parte 5)



Parte 5


- ¿La costa mediterránea? Antes del naufragio nosotros también frecuentábamos esas aguas, una pena que no nos hayamos visto antes por allí- bromeó, y soltó una larga carcajada.
- ¡Capitán Corcel!- exclamó uno de los piratas tras de mi, corriendo a toda prisa hacia nosotros. - He encontrado a Richmond en la antesala… ¡muerto!
En ese momento se me heló la sangre, y me comenzaron a temblar las piernas.
- ¡¿Qué?! ¡¿Cómo!? -exclamó Corcel, enfurecido.
- Tenía una herida de sable en el costado.
Inmediatamente todos me miraron a mi. No tuve el valor de devolverle la mirada al capitán.
- ¿Has sido tú?.
- Sí…-dije a regañadientes.
- ¿Cómo lo has hecho? -Aquella pregunta me extrañó, no tenía sentido, no supe qué responder.
- ¿Cómo un marinero ha matado a mi mejor hombre? Richmore era todo un experto en el arte de la espada.
Tardé unos segundos en responder: - Mi abuelo… fue asesinado cuando abordaron su barco unos corsarios, desde entonces mi padre se instruyó en el esgrima y desde pequeño me enseñó. Decía que si mi abuelo hubiese tenido unas nociones de espada, no habría muerto aquel día. –Improvisé con toda la agilidad mental que pude.
- Oh… impresionante. -pensó un momento. -¡Decidido! Ocuparás el puesto de Richmore.
Los demás piratas no parecían muy afectados por la perdida del tal Richmore, y tampoco pareció desagradarles la idea del capitán. Por ello, y sin disponer de otra alternativa, acepté la oferta.

Nos dirigimos a la playa más cercana. Allí me mostraron los restos de su barco: parte del casco, tablas, cabos, barriles y demás trastos sin demasiado valor.
- Vosotros. –vociferó Corcel, dirigiéndose a varios de sus hombres- id a aquellos árboles y traed toda la madera que podais.
- Pero… capitán, ¿y si pasa lo mismo que la última vez? –repuso uno de los brabucones.
- No me hagáis repetir el plan; estaremos juntos e intentaremos ser rápidos y prudentes. Necesitamos una base sólida para las balsas, de lo contrario será imposible salir de este infierno. ¡Daos prisa!
Y sin mediar más palabras obedecieron a su capitán.
Hasta la puesta de sol, trabajamos sin descanso en la balsas, tres en total. Alimentándonos a base de cocos y mangos, y repartiendo, a horas puntuales, la comida de un par de cofres similares al que vi en la entrada de la cueva, y del cual, por suerte, nadie me preguntó.
Y cuando la oscuridad se acrecentaba sobre la isla, los piratas comenzaron a encender una hogera junto a la playa. Nos sentamos alrededor y comenzaron a hablar, a quejarnos, y a cantar. Cantaban mal, con o sin ron, estaba confirmado.

Entonces, horas después, fue cuando ocurrió…
Un estruendo resonó en la isla, parecía el gruñido de dolor de una bestia salvaje. Pero me atrevería a decir que resultaba mucho más terrorífico.
Los piratas se quedaron inmediatamente en silencio. Y sólo se escuchaba el ulular del viento acariciando las olas del mar y el follaje del bosque. Y en un instante, esa brisa pacífica se convirtió en un viento fuerte y agresivo que apagó por completo la hoguera, y azotó con brusquedad las olas.
Se volvió a escuchar el mismo alarido furioso, esta vez más cerca, proveniente de la jungla, y a pocos metros de nosotros.
De repente, tras la vegetación y las sombras, se mostró aquello que tanto temían los piratas. En la mitología antigua, según tenía entendido, centauro sería el nombre de aquella criatura. Mitad hombre, mitad caballo. Más no era tal y como yo imaginaba a tan noble criatura; pues por su cuerpo brotaban hojas y pequeñas ramas que alcanzaban su imponente cornamenta, enredándose entre esta.
Y no eran herraduras su calzado, sino montañas de hojas que bailaban a sus pies y se movían al son de su voz, mientras hablaba:
- Vosotros, que inundáis de escombros nuestros lagos; vosotros que matáis a nuestros árboles, vosotros que infectáis la esencia del mundo. Decidme hombres, ¿A dónde debemos ir para no ser presa de vuestras hachas y de vuestro fuego?
Corcel estaba atónito, pero bien sabia que si alguien debía responder a aquellas palabras, debería ser él.
- No entiendo vuestras palabras, no entiendo vuestra pregunta, nosotros tan sólo queremos salir de esta isla. -dijo, acogiéndose a los pocos modales de los que disponía un pirata.
- Por supuesto, y es por ello que matáis a mis hermanos; vuestras hachas están sedientas, vuestras manos inquietas, actuais sin pensar, cazais sin pensar. Sois incapaces de actuar por vosotros mismos, sin tener que interferir con nosotros. Abandoné el continente hace años, huyendo de vuestra crueldad, y ahora os encuentro aquí de nuevo.
- Pero… necesitamos la madera para hacer las balsas, es el único modo...
- Del mismo modo yo puedo decir, que necesito vuestra sangre para traer paz a esta isla.


Próximamente, Parte 6.

1 Comment:

  1. V said...
    Ardiendo en deseos estoy de saber cómo continúa esta aventura, y más ahora que está muy muy interesante...

    Espero la parte 6 ^^

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