Parte I: Recuerdos

Prólogo:

Como casi todo lo que escribo, la siguiente historia carece de guión fijo. Por lo general es una idea, la cual adorno sobre la marcha, metiendo relleno que puede ser tanto beneficioso como perjudicial.
A partir de ahora, me dedicaré a escribir una historia y dividirla en pequeñas partes, cada trozo formará parte de una entrada diferente. Ni siquiera podrá considerarse un capítulo, porque tampoco quiero comprometerme a escribir mucho, ya que las ganas de escribir que tengo ahora y las que tendré dentro de unos meses serán totalmente inversas. Por eso prefiero ir desvelando la historia lentamente, sin comprometerme demasiado. De todos modos no pienso dejar nada a medias, lo que se empieza se acaba, además el guión de esta historia ya lo tengo pensado y puede dar mucho de sí.
La historia se desarrolla en un mundo ficticio, un universo atemporal del cual sólo se desvelarán los datos necesarios para la historia, nada más. A partir de este universo pueden surgir multitud de historias paralelas, pero eso ya se verá mas adelante. Limitémonos a dejar volar nuestra imaginación, y dejar que sean las palabras quienes escriban la historia en nuestra cabeza.


Parte I: Recuerdos


Antes de que mi padre fuese asesinado vivíamos humildemente en una apartada cabaña de roble, que trepaba por la ladera de una escarpada montaña. Mi padre siempre fue un hombre solitario, amaba la tranquilidad y el silencio que se respiraba en las altas montañas, por eso vivíamos allí. Evadiendo además la difícil situación que en aquel momento transitaba el país entero.
Él cultivaba y cazaba nuestra propia comida, aunque el gélido clima nos jugaba malas pasadas, y no fueron pocas la semanas que subsistimos a base de frutos secos y agua. A veces incluso, en invierno, el pozo se congelaba y era toda una hazaña conseguir un simple sorbo de agua. Pero a mí nunca me importó vivir en esas condiciones, yo era feliz. Mi padre me quería, se quitaba de comer por mí y siempre se las ingeniaba para que la soledad no hiciese mella en mi.

Pero todo eso son recuerdos, memorias que perduran, pues soy yo el único que tiene constancia de quien fue mi padre de cómo vivía y como murió.
Aquella fría mañana de enero, despertamos entre neblina y copos de nieve. Las aves mostraron un canto receloso, y la luz del sol acariciaba muy sutilmente las secas copas del pinar.
Mi padre estaba avivando el fuego cuando yo desperté, con cara somnolienta, tras restregar mis puños sobre mis ojos, lo observé. Él me dedicó una sonrisa, e inmediatamente prosiguió su labor. Era un hombre de pocas palabras, pero era increíble cómo se expresaba en silencio con un simple gesto o mirada.

En ese momento unas pisadas en la nieve alertaron a mi padre, quien inmediatamente cogió el hacha y se dirigió a la puerta.

Aquellas montañas estaban llenas de ermitaños como nosotros, gente sencilla que sólo buscaba paz. Pero también había peligros; Los osos salían en primavera con una hambre voraz que no perdonaba a nadie. Aunque el mayor peligro eran los bandidos y desertores desorientados que eran capaces de matar por llevarse un bocado a la boca.
Mi padre siempre era cauteloso, y cuando no estábamos solos siempre cogía el hacha.
Al abrir la puerta vislumbró por un momento el exterior. Un fuerte frío atravesó la habitación y me heló la nariz. La niebla era tan intensa que no podía ver lo que había a más de un metro de sí.
De repente oyó un indescriptible ruido, y seguidamente dos siluetas se apostaron frente a mi padre, justo en la puerta. Uno de ellos zarandeó el brazo y una hilera de sangre impregno la pared, mi padre cayó de espaldas, apretándose el estómago, retorciéndose de dolor. Las sombras entraron, eran dos hombres ataviados de negro, y encapuchados. Con la voz ronca, el verdugo de mi padre preguntó:
-¿Es un chico o una chica?- dirigiéndose a mi padre.
Al ver que este no respondía, le asestó una fuerte patada en la barbilla.
-¡Responde!- inquirió colérico.

El otro se acercó a mi y se inclinó para verme. En ese momento vi mi reflejo en sus ojos, mi rostro de terror, sentía un miedo, una sensación tan desagradable, de la que ni yo mismo me había percatado, no hasta que me vi en ese par de ojos tan siniestros. El hombre se acercó un poco mas y sentí su aliento, el corazón se me iba a salir.
-Es un chico- dijo, acompañando la frase con un suspiro de decepción.
-Entonces mátale- Añadió el compañero.

1 Comment:

  1. V said...
    Mmmm...
    ¿Cómo seguirá?
    A mí ya me tienes con la intriga.

    Esperaré ansiosamente la siguiente parte

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